Posted On 5 abril, 2016 By In corresponsalias, El campo, Nacional With 2613 Views

Los pueblos del Istmo, entre la seducción neoliberal y los partidos políticos.

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Corresponsalía del Colectivo de Liberación Ixtepecana.

Las resistencias colectivas de los pueblos del Istmo no son otra cosa que el rechazo al megaproyecto neoliberal que en los últimos años se ha desarrollado con especial resonancia en la región.

Estas resistencias no son homogéneas, es decir se reivindican y se organizan de modo distinto. Sus prácticas son diversas, ya que algunas mantienen relaciones y alianzas de diversa índole, ya sea con partidos políticos, con la élite política, o con organizaciones no gubernamentales. No obstante, hay otras que son de carácter autónomo, que su práctica está basada en la organización colectiva y rotativa, donde no existen liderazgos, vanguardismos, o protagonismos.

Por ello la organización colectiva de abajo es un proceso nada sencillo que resulta así porque se enfrenta a instituciones oficiales con prácticas clientelares y nocivas que desdeñan el quehacer político de la comunidad. Por lo tanto, lo reducen a una acción estéril y sin validez legítima y jurídica.

Es debido a ello que la organización política y social de abajo -del pueblo- ha sido una práctica fuertemente cuestionada y criticada, por el hecho de no estar en busca de reflectores, o padrinos que acompañen el proceso. Esa crítica se ha basado en minimizar las prácticas y acciones populares, por la ausencia de vínculos con la élite de la que se compone el poder central.

Ha sido reprochada en innumerables ocasiones a causa de su “tamaño” y “alcance social”, ya que advierten que en comparación a otras prácticas organizativas, éste tipo de organización popular y comunitaria no representa a las masas, porque no se ve quien es el que lleva el liderazgo. También aseguran que existe mucha incertidumbre sobre los resultados que de ello pueda surgir, puesto que como no se reconocen dentro de los espacios de poder, su legitimidad es inexistente.

Su resonancia sólo existe en determinados espacios del territorio; los lugares del común. Y aunque la escuchan allá arriba, es difícil que alcancen su comprensión.

Es ineludible el peligro que todo ello representa para la élite capitalista y la élite política, porque evidentemente pierden el control del accionar social y político de los pueblos. En este sentido es inexorable que tal riesgo se debe a construirnos desde la colectividad, como sujeto de “peligro” respecto a la práctica política.

Lo antepuesto conlleva a reflexionar no sólo al quehacer organizativo en la región, sino además a pensar que el enemigo tiene un nombre y apellido: CAPITAL Y ESTADO MEXICANO, y en tal sentido es necesario repensar que si construimos alianzas con un candidato político, con un presidente municipal, o con una empresa nacional o transnacional, el pronóstico es la esclavitud.

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