8 de octubre, el guerrillero heróico, ¡Presente!

Como Casa de todas y todos, celebramos la memoria del Comandante Ernesto Ché Guevara, caído en el cumplimiento de su deber un 8 de octubre. Su ejemplo, de profundo calado, sigue llamando las nuevas generaciones a denunciar y enfrentar la injusticia ahí donde se encuentre. Nos permitimos reproducir, de la página web de cubainformacion.tv, este video inédito de una entrevista televisada en el canal norteamericano CBS, en el marco de la visita del che a los Estados Unidos, en fechas próximas a su célebre discurso ante la ONU.

Cubadebate – Video: Cubadebate.- El programa de la Televisión Cubana, “La pupila asombrada”, que se transmite los jueves a las diez de la noche por Cubavisión, rescató del olvido una entrevista que ofreció el Comandante Ernesto Che Guevara para el programa “Face the Nation”, de la CBS, el 13 diciembre de 1964.

En el diálogo con los periodistas, transmitido en vivo de costa a costa en Estados Unidos, el Che emitió criterios sobre las relaciones de EEUU-Cuba, de sorprendente actualidad. El Che estaba en Nueva York y había pronunciado, dos días antes, un histórico discurso como representante de la República de Cuba en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

A continuación, publicamos la transcripción íntegra de la entrevista y el video, con subtítulos en español. Cubadebate ha rescatado, además, las imágenes que la agencia AP tomó de ese diálogo:

El 13 de diciembre, el ministro de industrias, comandante Ernesto Che Guevara, compareció ante las cámaras de televisión de la Columbia Broadcasting System (CBS) para ser entrevistado en el programa “Face the Nation” (Ante la Nación). Formularon preguntas al comandante Guevara, Paul Niven, corresponsal de la C.B.S.; Richard C. Hottelet, corresponsal de la CBS en Naciones Unidas, y Tad Szulc, de la Oficina de Nueva York del “New York Times”.

Sr. Niven: Comandante Guevara, en su discurso de la Asamblea General antes de ayer, usted acusó a Estados Unidos de ayudar a los vecinos de Cuba a preparar nuevas agresiones contra ella. Nosotros, a nuestra vez, hemos acusado frecuentemente a su gobierno de promover la subversión en otros países latinoamericanos. ¿Ve usted alguna salida a esta situación; algún modo de mejorar las relaciones?

Comandante Guevara: Yo creo, con relación a las soluciones, que hay soluciones, y creo que hay sólo una. Hemos dicho repetidas veces al gobierno de Estados Unidos que nosotros queremos nada más que ellos se olviden de nosotros, que no se preocupen de nosotros, ni en bien ni en mal.

Sr. Niven: Comandante Guevara, tenemos otras preguntas acerca de las relaciones de Cuba con este país y con los países comunistas y acerca de su propia situación interna. Comandante Guevara, usted dijo hace un momento que a usted sencillamente le gustaría que nosotros los norteamericanos nos olvidáramos de Cuba. Su discurso del otro día sugiere que usted no puede olvidarse de nosotros; usted nos considera un gobierno hostil a 90 millas. ¿Cómo puede usted esperar que nosotros los olvidemos?

Comandante Guevara: Yo no dije exactamente que tenía la esperanza de que ustedes nos olvidaran. Usted me preguntó por una solución y yo dije cuál es esa solución, en el momento actual. Sí ello es posible o no, ésa es otra pregunta.

Sr. Szulc: Sr. Guevara, en varias oportunidades recientemente el Premier Fidel Castro ha sugerido en entrevistas con periodistas visitantes, y en otras ocasiones que debe hacerse un nuevo esfuerzo por normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, particularmente en el terreno del comercio y el intercambio. Como economista, ¿entiende usted personalmente que la reanudación de relaciones de esta naturaleza sería útil o provechosa para Cuba? En otras palabras, ¿le gustaría ver estas relaciones normalizarse?

Comandante Guevara: No como economista, porque nunca me he considerado un economista, sino como un funcionario del Gobierno Cubano, como un cubano más, creo que las relaciones armoniosas con Estados Unidos serían muy buenas para nosotros desde el punto de vista económico más que en cualquier otro campo, porque toda nuestra industria fue establecida por Estados Unidos y las materias primas y los repuestos qué tenemos que hacer con grandes dificultades o traerlos de otras áreas pudieran venir directamente. Además, el azúcar, para el cual tuvimos tradicionalmente el mercado norteamericano, que está también cercano.

 

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“Las relaciones armoniosas con Estados Unidos serían muy buenas para nosotros desde el punto de vista económico más que en cualquier otro campo, porque toda nuestra industria fue establecida por Estados Unidos y las materias primas y los repuestos qué tenemos que hacer con grandes dificultades o traerlos de otras áreas pudieran venir directamente.” El Che en “Face the Nation”. Foto: AP

Sr. Szulc: Comandante, si mi memoria me es fiel, en 1960 pronunció usted varios discursos, particularmente uno en marzo de 1960 en el que dijo que para Cuba, continuar vendiendo azúcar a Estados Unidos era una forma de colonialismo a la cual Cuba estaba sometida. ¿Ha cambiado usted de opinión acerca de esto?

Comandante Guevara: Naturalmente, porque aquéllas eran condiciones distintas. Nosotros vendíamos azúcar bajo condiciones específicas establecidas por compradores norteamericanos, los que a su vez dominaban el mercado y la producción interna de Cuba. Actualmente si vendiésemos azúcar a Estados Unidos sería el gobierno cubano el único que lo vendería y todos los beneficios serían para nuestro pueblo.

Sr. Hottelet: Doctor Guevara: Washington ha dicho que hay dos condiciones políticas para el establecimiento de relaciones normales entre Estados Unidos y Cuba. Una, abandono de sus compromisos militares con la Unión Soviética. La otra; el abandono de la política de exportar revolución a América Latina. ¿Ve usted alguna posibilidad de cambio en cualquiera de estos dos puntos?

Comandante Guevara: En absoluto. No ponemos condición de ninguna clase a Estados Unidos. No queremos que ellos cambien su sistema. No pretendemos que cese la discriminación racial en Estados Unidos. No ponemos condición alguna para el establecimiento de relaciones, pero tampoco aceptamos condiciones…

Sr. Hottelet: Pero mi pregunta es si usted aceptaría estas condiciones establecidas por Estados Unidos para la reanudación de relaciones normales.

Comandante Guevara: No aceptaremos condición alguna de Estados Unidos. No aceptaremos condición alguna impuesta a nosotros por Estados Unidos.

Sr. Hottelet: Pero en el asunto de los proyectiles rusos en Cuba y de las relaciones militares cubanas con la Unión Soviética, ¿cómo puede Estados Unidos estar seguro de que Cuba no será una amenaza estratégica nuevamente? ¿Aceptaría usted la inspección de las Naciones Unidas o la inspección de la Organización de los Estados Americanos en el lugar?

Comandante Guevara: Usted mencionó la Organización de Estados Americanos. Antes de ayer, el delegado colombiano habló: “de la órbita” de la OEA. Eso es en efecto, una órbita alrededor de Estados Unidos. Una inspección por semejantes delegados sería una inspección realizada por Estados Unidos. Usted dice que Estados Unidos no se siente seguro y nosotros le preguntamos a Estados Unidos, ¿podremos nosotros sentirnos seguros de que no existen proyectiles contra Cuba? Entonces, no podemos llegar a una solución armónica a menos que todos los países sean iguales en el mundo. Inspeccionemos todas las bases, las bases atómicas de Estados Unidos, e inspeccionemos también lo que tenemos en Cuba, y si usted lo desea, liquidemos todas las bases atómicas en Cuba y en Estados Unidos y nosotros estaremos en un completo acuerdo con eso.

Sr. Niven: Comandante, ¿están ustedes, en realidad, tratando de exportar su Revolución? ¿Envían ustedes armas todos los días a otros países latinoamericanos? ¿Están ustedes trayendo revolucionarios dé otros países y devolviéndolos a su patria?

Comandante Guevara: También tuve la oportunidad de decirlo en la Asamblea y puedo repetirlo enfáticamente ahora: las revoluciones no se exportan. Las revoluciones son creadas por las condiciones de opresión que los gobiernos latinoamericanos ejercen contra los pueblos y de allí viene la rebelión y después emergen las nuevas Cuba… No somos nosotros los que creamos las revoluciones, es el sistema imperialista y sus aliados, aliados internos, lo que crean las revoluciones.

 

“No ponemos condición de ninguna clase a Estados Unidos. No queremos que ellos cambien su sistema.” El Che en “Face the Nation”. Foto: AP

“No ponemos condición de ninguna clase a Estados Unidos. No queremos que ellos cambien su sistema.” El Che en “Face the Nation”. Foto: AP

Sr. Niven: Pero su actitud hacia el actual gobierno de Venezuela, considerado en muchos países como izquierdista y progresista, ¿no sugiere que ustedes consideran a cualquier gobierno como opresor si éste no es comunista?

Comandante Guevara: Absolutamente no. Lo que nosotros consideramos es que el gobierno de Venezuela no es un gobierno izquierdista, no tiene nada de gobierno izquierdista. Es un gobierno opresor. Es criminal. Ha asesinado a los patriotas en las luchas campesinas en la región de Falcón, donde hay asesores militares de Estados Unidos. El gobierno que hoy hay en Venezuela —a pesar de que la prensa norteamericana no lo revela— no es un gobierno izquierdista.

Sr. Niven: ¿Existe algún gobierno en este hemisferio al cual Cuba considere como progresista?

Comandante Guevara: La palabra “progresista” es una palabra ambigua. Hay gobiernos con el cual mantenemos relaciones diplomáticas: el gobierno de México, con el cual tenemos buenas relaciones. Nuestros sistemas son diferentes. Respetamos su sistema. Estamos en completa armonía hasta la fecha y espero que continuemos en la misma forma. Pero si usted me pregunta mi concepto de América Latina, le diré que hay algunos gobiernos que oprimen a sus pueblos, mucho más que otros, y entre los menos opresivos, entre aquéllos con los cuales pudiéramos tener relaciones, sin dificultad alguna, están: Uruguay, Chile, tal vez Costa Rica, pero Estados Unidos no lo permite.

Sr. Hottelet: Pero todos estos países han roto relaciones diplomáticas con Cuba. ¿No se sienten ustedes aislados al no tener amigos en todo el hemisferio?

Comandante Guevara: Tenemos gran cantidad de amigos, pero no entre los gobiernos. Los amigos están en el pueblo y, en última instancia, los pueblos serán quienes gobernarán esos Estados.

Sr. Szulc: Pudiéramos cambiar la escena geográfica de la amistad o no amistad en el mundo. Usted hizo una visita a Moscú en noviembre, el mes pasado, después del cambio de la dirigencia máxima. Hemos tenido la impresión aquí de que el Gobierno de Cuba había adoptado una posición poco definida acerca de las dificultades entre la Unión Soviética y China, ideológicamente. ¿Pudiera usted decirnos, si como consecuencia de su visita, resulta más claro o más difícil para el Gobierno de Cuba adoptar una posición definida en relación con el problema soviético-chino?

Comandante Guevara: Puede que ustedes tengan la impresión de que nuestra actitud no es clara, pero nosotros tenemos la impresión de que nuestra actitud es muy clara. En efecto, hay un conflicto, un conflicto ideológico que todos conocemos. Hemos establecido nuestra posición en el sentido de la unidad entre los Estados socialistas. La unidad es la primera medida y sostenemos siempre que la unidad es necesaria porque la desunión favorece a Estados Unidos, que es nuestro enemigo y todo lo que esté a favor del enemigo debe ser eliminado. He ahí el por qué estamos a favor de la unidad. Creemos que existe la necesidad de fortalecer esta unidad y que ella será fortalecida y que el bloque monolítico de los países socialistas se formará otra vez.

Preparativos de la entrevista. Foto: AP

Preparativos de la entrevista. Foto: AP

Sr. Szulc: A principios de este año —creo que por primera vez en marzo y de nuevo en junio—, el Gobierno soviético, encabezado entonces por el Premier Jruschov, formuló invitaciones a un número de partidos comunistas o marxista-leninistas del mundo, incluido el Partido Socialista cubano o, más bien, el Partido Cubano de la Revolución Socialista, para que asistieran a una reunión preparatoria de Partidos Comunistas, en Moscú. Según recuerdo el Partido cubano es uno de los pocos que no ha contestado a esa invitación. Vemos hoy que el Gobierno soviético ha reiterado la invitación para una reunión preparatoria de países comunistas o marxistas leninistas en marzo, ¿aceptaría ahora su Gobierno, o su Partido, la invitación soviética?

Comandante Guevara: Eso será estudiado en el momento apropiado y daremos la respuesta. Es ésta una invitación formulada no al Gobierno sino al Partido y es el Partido el que tiene que responder. Yo estoy aquí representando al Gobierno ahora.

Sr. Hottelet: Comandante Guevara, usted es probablemente el más importante exponente de la guerra de guerrillas en el hemisferio occidental y usted ha dicho que los problemas de la Revolución en la América Latina se resolverán con balas más bien que con votos y, en general, su actitud dinámica ante estas cosas parece estar más cerca de la línea comunista china. También, Cuba nunca ha firmado el tratado que proscribe los ensayos nucleares en el espacio ultraterrestre, en la atmósfera y en el mar. Esta es también la posición comunista china. ¿No lo coloca esto a usted, realmente, en términos de su actitud práctica y en política, del lado chino de la cerca comunista?

Comandante Guevara: Bien, hay tres o cuatro preguntas comprendidas en una. Trataré de responder una por una. En primer lugar, hay una afirmación que me gustaría negar, o quizás la traducción no fue correcta. Según yo le oí, usted dijo que soy el exponente de las guerrillas en este hemisferio. Yo no soy el exponente de las guerrillas en este hemisferio. Yo diría que ese exponente lo sería Fidel Castro, líder de nuestra Revolución y quien tiene el papel más importante en la dirección de la lucha revolucionaria, y en la estrategia del Gobierno cubano.

Respecto a las otras dos cuestiones específicas, no tenemos que participar en la controversia porque hay problemas muy específicos. El problema de la transición pacífica al socialismo, nosotros lo discutimos como una cuestión teórica, pero en América es muy difícil y es prácticamente imposible. Por eso es que específicamente nosotros decimos que en América, el camino para la liberación de los pueblos, que será el camino del socialismo, marchará a través de las balas en casi todos los países, y puedo pronosticar con tranquilidad que usted será testigo.

Respecto al problema de firmar el nuevo tratado que proscribe los ensayos nucleares, hemos acogido con beneplácito ese paso como una medida que tiende a prevenir que se agraven las tensiones, pero hemos señalado muy claramente que nosotros, con una base militar norteamericana en nuestro territorio donde pudiera haber toda clase de armas, donde tenemos que sufrir toda clase de provocaciones, tenemos que soportar —resistir— los vuelos sobre nuestro territorio, nosotros no podemos firmar ese tratado porque seria una traición a nuestro pueblo. Esto es independiente del hecho de que recibimos con beneplácito el tratado público no refleja más que la verdad.

Sr. Niven: Comandante, ¿puedo preguntarle qué porcentaje del pueblo de Cuba respalda la Revolución?

Comandante Guevara: Bueno. . .

Sr. Niven: Tenemos diez segundos.

Comandante Guevara: Es muy difícil en diez segundos. En este momento no tenemos elecciones, pero una gran mayoría del pueblo respalda a este Gobierno.

Sr. Niven: Gracias, comandante Guevara, por estar con nosotros en “Face the Nation” (Ante la Nación).

(La transcripción de esta entrevista aparece en Ha sonado la hora postrera del colonialismo. Intervención del Comandante Ernesto Che Guevara en Naciones Unidas. República de Cuba. Ministerio de Relaciones Exteriores. Dirección de Información. Fue cedida a Cubadebate por La pupila asombrada) – casadetodasytodos.org la reproduce aquí en su totalidad.




Los Cuerpos Técnicos y las armas de la crítica.

El día de hoy habremos de recordarlo en adelante; alguien querido y respetado por nosotras, nosotros, se ha ido. Antes de que nos embargue la tristeza, optamos por recordar un pasaje memorable en la literatura revolucionaria: “hemos vivido por la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza no sea unida nunca a nuestros nombres”. Estas palabras de Julius Fucik nos han acompañado anteriormente, en momentos que inequívocamente hacen eco con los vividos el día de hoy.

Que la tristeza no sea unida nunca a nuestros nombres”; evitemos pues, en estos momentos tristes, usar nombres. Pero permitámonos recordar y honrar con la memoria los pasos valientes y esforzados de alguien que vivió por la alegría; y no se nos ocurre mejor forma de hacerlo que trayendo a estas páginas una semblanza de algunos de los trabajos colectivos en los que participó; del esfuerzo organizativo al cual logró, junto con otras y otros, dar vida.

En la Casa de Todas y Todos, en Apodaca N.L, hay un salón de actos dedicado a Fray Servando y a Xavier Mina; lo primero que observamos al entrar en él es un mimeógrafo del siglo pasado con un letrero que dice “Las armas de la crítica”. Esa máquina, y otras similares, sirvieron durante años para la impresión de diversos materiales de análisis y estudio. Se suele juzgar a las FLN como sólo una organización armada, dispuesta a defenderse; se suele decir que su historia está marcada por la violencia; y cuando así sucede, se ignora que en realidad el 99 por ciento de la actividad -en sus 47 años de existencia- ha sido eminentemente política. Como registro de este hecho, hay un legado de miles y miles de cuartillas impresas, bajo diversos títulos, para distinto público; hay materiales impresos enfocados al campo o al trabajo obrero; cuadernillos sobre el cuidado de la salud, o periódicos clandestinos que consolidaron la organización política y el aprendizaje de muy diversos conocimientos.

La pauta del trabajo que realizaron las FLN marcó como necesario aportar a nuestro pueblo no sólo pensamientos críticos sino también acciones prácticas que le permitan apropiarse de su presente, construir su propia historia, y emprender nuevos caminos sin que nadie se los impida. Y en medio de todo ello hubo siempre papel impreso.

Así, hoy vamos a recordar a las compañeras y compañeros que participaron como “cuerpos técnicos” para poder llevar a nuestros pueblos las palabras escritas en papel. Los llamados “cuerpos técnicos” fueron un organismo político creado a finales de la época de los 70’s del siglo pasado, que hicieron escuela para la formación política de “cuadros técnicos”, misma que permite ahora continuar con esa modesta pero insustituible labor de comunicarnos con ustedes por cualquier medio posible.

Los cuerpos técnicos, con sus correspondientes cuadros, cubrieron un amplio espectro de oficios que fueron resultando necesarios en el arduo proceso de la organización política de las FLN. Impresores, zapateros, costureros, torneros, soldadores, constructores… no hay labor pequeña en la lucha por la liberación.

Desde el origen mismo de las FLN, en 1969, han existido en ella compañeras y compañeros con conocimientos y experiencia en la creación de materiales impresos. Años más adelante, nuestro mensaje de libertad llegó a muchos jóvenes chiapanecos, que se fueron adentrando y conociendo más de los trabajos organizativos, y en su momento no dudaron de participar, pues el entusiasmo y la conciencia superaron en ellos cualquier temor a ser aprehendido, torturado o perseguido a muerte por difundir la verdad.

Así transcurrieron, nutridos por esa generación, los años de la clandestinidad, en cuartos de viviendas donde las “armas de la crítica” y los cuerpos técnicos se juntaron para reproducir ideas que, de ser reducidas al ámbito exclusivo de la mente, no sirven para nada; ideas que tienen que vincularse al campo de la experiencia, a través del trabajo, la disciplina y el cumplimiento discreto de las labores necesarias en el camino de la liberación.

Hoy nos toca agradecer a todas aquellas compañeras y compañeros quienes formaron los cuerpos técnicos, en especial –como resulta evidente- a los impresores.

Gracias compañeras y compañeros todos “cuerpos técnicos”, por poner su capacidad entera al servicio de nuestro pueblo. Un abrazo eterno de respeto y fraternidad.

Fraternalmente,
Grupo editorial de la Casa de todas y todos,
¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!




Presentación de Dignificar la Historia II en la CDMX

—Habrá transmisión en VIVO desde esta página—

Les invitamos a la presentación de nuestro cuaderno de trabajo “Dignificar la historia II: Las Fuerzas de Liberación Nacional y los combates por la memoria (1974-1977)”, que se llevará a cabo el día miércoles 14 de septiembre a las 19:00 hrs, en Museo Casa de la Memoria Indómita, ubicado en la calle de Regina #66, col. Centro Histórico, en la Ciudad de México. Estará presente el Dr. Neil Harvey, quien abordará algunos de los contenidos del cuaderno. No faltes.

 

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Presentacion de Dignificar la Historia II: Las FLN y los combates por la memoria (1974-1977)

 

 

Cada vez que los mencionamos regresan, ha dicho Leticia Hidalgo, incansable madre en busca de su hijo desparecido, y así han de regresar las y los compañeros de las Fuerzas de Liberación Nacional caídos o desaparecidos, cada vez que en La Casa de Todas y Todos nos reunimos a conmemorar un aniversario más de aquella organización que hasta hoy no ha rendido ni la memoria.

Así fue la tarde del pasado 6 de agosto en La Casa, en donde además de la conmemoración se aprovechó la fecha, y los pisos barridos y la tierra mojada, para presentar el cuaderno de trabajo, titulado Dignificar la historia II: Las Fuerzas de Liberación Nacional y los combates por la memoria (1974-1977). En ella se contó con la presencia de las comentaristas María José Sagasti Lacalle, María Jiménez, Eufrosina Rodríguez y del Dr. Neil Harvey, quienes desde su labor como académicos y docentes han demostrado voluntad por hacer presente la digna historia de las FLN, de sus fundadores e integrantes.

El libro desmenuzado por los comentaristas contiene algunos de los escritos que desde la selva el compañero Alfredo redactó como responsable de la organización y encargado de llevar a cabo las labores de búsqueda de los compañeros desaparecidos en 1974 en la Laguna del Ocotal, Chiapas.

 

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La licenciada en geografía e historia, María José Sagasti Lacalle abrió el evento y enfatizó la importancia de recuperar la historia de México y de la organización político-militar las FLN, quienes dieron identidad nacional antiimperialista para la liberación de México, retomando el ejemplo del Che Guevara de formar al hombre nuevo y cambiar la realidad injusta que sopesaba al pueblo mexicano. La posición marxista-leninista que tomó la organización de las Fuerzas de Liberación Nacional como estrategia para lograr una revolución socialista, la considera crucial para lograr una identidad combativa.

Por su parte la compañera María Jiménez compartió con los asistentes la sorpresa que le significó conocer a través de los escritos del compañero Alfredo, el amor que los compañeros de las FLN han tenido unos hacia otros a lo largo de su historia. Los comunicados le enseñaron que la unidad de luchador social tiene que tener la conciencia de que cada persona vale mucho, al recordar a las y los compañeros caídos para volver a fortalecer la práctica organizativa, siempre con la responsabilidad revolucionaria que caracterizaba a las y los compañeros.

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En pos de la historia, fue el nombre del documento que compartió la maestra rural Eufrosina Rodríguez Trejo en la mesa de la Casa de Todas y Todos, acompañado de un agradecimiento por el recorrido por los espacios de la casa que se les dio a los asistentes para revivir la memoria…algunas veces desconocida y otras veces adormecida. En su escrito describe la realidad política desde la óptica de la guerra sucia que el Estado mexicano instauró, desde la cual se ha violado y transgredidio – y sigue haciéndolo – los derechos del pueblo, logrando la opacidad de la realidad gracias a la complicidad de los medios de comunicación; el estigmatizar a las y los luchadores sociales en Latinoamérica y a los integrantes de las Fuerzas de Liberación Nacional, quienes conociendo su realidad prefirieron el anonimato frente al protagonismo. Reconoció la importancia de hacer públicos los documentos de primera mano para dimensionar la ética y ca congruente práctica de las y los compañeros de las Fuerzas de Liberación Nacional.

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Por su parte el Dr. Neil Harvey, quien ha participado muy de cerca en la serie Dignificar la Historia, sitúa a las Fuerzas de Liberación Nacional en un contexto de guerra sucia en México. Resalta la capacidad de los compañeros para siempre recordar a los compañeros y compañeras caídas de las FLN, para continuar los trabajos en la selva y para seguir la lucha de liberación, contemplando la formación de conciencia política y práctica cotidiana para su sobrevivencia. La importancia de comprender y adoptar el discurso antiimperialista que está presente en el diario del compañero Alfredo, fue determinante para tener claro quién era el enemigo y cuales serían las formas de lucha a emprender.
La Casa de Todas y Todos abrió sus puertas y se mantienen abiertas como un sitio de recuperación de la memoria y de encuentro, donde esperamos nos visiten, propongan actividades y confluyan ideas.

¡Gracias por ser parte de esta historia…de esta lucha!

¡Vivir por la Patria! O ¡Morir por la Libertad!

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Digno Aniversario, Compañeras y Compañeros

¡¡¡47 años de cumplir sueños!!!…. Nos han tildado de todo, “soñadores”, “utópicos”, “indignos”, “aventureros”, “protagónicos”, “asesinos”, “robots hechos para matar”, etc…pero nunca… de faltar a la verdad y es que a México, desde hace más de 47 años, le urge conocer la verdad, hacer justicia y reparar los daños que como sociedad nos debe el sistema político, económico y social que padecemos.
Las FLN se fundaron un día como hoy  de hace 47 años y sus principios son aceptados por las actuales generaciones porque mantiene su lucha viva y sin claudicaciones. Se es anti-imperialista, porque el imperialismo existe. Se es democrático porque la antidemocracia existe. Se es respetuoso del pueblo porque al pueblo se le respeta y nuestras armas más poderosas son la política, el estudio, la organización, formando compañeros sin negarles el derecho que tienen a expresar sus ideas y ponerlas en práctica. Somos compañeros “por conciencia”. Se dijo hace 47 años y no lo hemos olvidado nunca.
La Casa de todas y todos es sólo un sitio histórico muy modesto, pero agita en quienes se acercan a ella, lo mismo que impulsó hace 47 años a los compañeros fundadores: a dejar la vida que llevaron para dedicarse totalmente a iniciar ese viaje por la historia de México y del mundo por liberar a los pueblos todos, del imperialismo y lograr el bienestar y la felicidad a la que todos tenemos derecho.
Bienvenidos todas y todos ustedes, compañeros en éste viaje por el único camino que tenemos marcado desde hace 47 años, el de la liberación… lo único que podemos perder son las cadenas.

Un abrazo fraterno y no aflojemos el paso….

¡Vivir por la Patria! O ¡Morir por la Libertad!

Grupo Editorial de la Casa de todas y todos
6 de agosto (1969)-2016.




Co. Salvador – ¡Presente!

“Hizo del trabajo y la autocrítica, habituales instrumentos en que fincó su superación y que agitaba entre nuestros compañeros, pues entend{ia que ello contribu{ia al pleno desarrollo personal y por lo mismoal avance de la organización. No hay entre quienes lo conocimos, alguien que no haya recibido de Salvador alguna enseñanza y sí muchos compañeros en quienes influyó decisivamente en su formación”

-Comunicado confidencial no. 12; “Recuerdo del C. Alfredo Zárate Mota, Salvador.

Salvador: hoy es tu cumpleaños, y aquí en tu casa, te recordamos.




Mi testimonio

*En conmemoración al 45 aniversario de los trágicos sucesos ocurridos en la Ciudad de México, el 10 de junio de 1971, fecha en que el gobierno asesino – ese que continúa reprimiendo y desapareciendo a luchadores sociales – reproducimos aquí el artículo publicado el 22 de junio de 1979, en el Nepantla n° 5. Testimonio de la compañera Lía, militante de las FLN, que participó en las movilizaciones estudiantiles de la época y que, al igual que muchas y muchos más luego de estas duras experiencias, decidió ¡Vivir por la patria! o ¡morir por la libertad!

MI TESTIMONIO
Por Lía

ANTECEDENTES

El movimiento estudiantil de 1968 había permitido a diversos sectores de la población plantear sus demandas, que a lo largo de julio a octubre eran cada vez más directas y agresivas, cada vez mostraban el ascenso de un movimiento que amenazaba con salirse de loa márgenes tolerables al Estado. Su aniquilamiento a sangre y fuego, cerró por mucho tiempo la posibilidad de volver a tomar la calle como foro público, ante la amenaza de una represión de esas proporciones.

La toma de posesión de Luis Echeverría Álvarez y sus pronunciamientos por la libertad, los derechos del pueblo, etc., hacían pensar que con Díaz Ordaz se iba la mano dura, la represión. De nuevo era posible mostrar el desacuerdo públicamente, de nuevo la calle se volvía el medio más importante para plantearlo; el 4 de noviembre de 1970 se organiza la primera manifestación, en apoyo a los obreros de “Ayotla Textil”. Los manifestantes llegan a dos mil y parten del Casco de Santo Tomás. En la columna van jóvenes, que pese a las amenazas de Mendiolea (subjefe de la policía), lanzan gritos provocadores y conducen la columna al puesto en donde por primera vez hacen su aparición los tristemente célebres halcones, que ensayan en el mismo lugar que siete meses después sería escenario de la matanza del “jueves de corpus”. La nota periodística al respecto se pierde en las planas interiores y el hecho pasa casi desapercibido; sin embargo queda claro para muchos la existencia de este grupo paramilitar, perfectamente entrenado y formado por jóvenes que podrían pasar por estudiantes, pero fácilmente identificables entre ellos.

Desde 1970, la Universidad Autónoma de Nuevo León venía arrastrando una serie de problemas internos que iban, desde el adeudo de salarios atrasados, hasta la reclamación de una participación igualitaria de maestros y alumnos en el Consejo Universitario. El nombramiento de un rector antipopular hace que el conflicto rebase el ámbito regional, creando un movimiento de solidaridad en los centros estudiantiles del país. En el Distrito Federal, los Comités de Lucha de la UNAM, el IPN, Chapingo, la UIA, etc., forman el COCO (Comité Coordinador de Comités de Lucha) que decide organizar una manifestación el 10 de junio, en apoyo a la Universidad de Nuevo León, ante la instransigencia del gobernador de Nuevo León para resolver el problema, la marcha es ratificada el 27 de Mayo.

Así las cosas, el gobierno central decide tomar carta en el asunto y enviar al Secretario de Educación Pública a solucionar el problema, ante la amenaza de un conflicto nacional, de las dimensiones de 1968. El Congreso de N.L. en sesión extraordinaria, apresuradamente hace una componenda el 8 de junio, destituyendo al rector, provocando la renuncia del gobernador y aprobando una nueva Ley Orgánica. La causa fundamental de la manifestación del 10 de junio es desaparecida al vapor y se espera que no se lleve a cabo, sin embargo en la última asamblea del COCO, después de fuertes discusiones entre fracciones diferentes, gana el punto de vista del Partido Comunista y otros grupo y se llaga al acuerdo de efectuar la manifestación.

Las consignas entonces se volvieron confusas: amnistía a los presos políticos, rechazo a la reforma educativa burguesa, paridad maestros-alumnos en los consejos universitarios, solidaridad con los obreros de Ayotla Textil. El apoyo a la UANL queda reducido a la “derogación de la nueva Ley Orgánica de la UANL”.
El 7 de junio empezaron a aparecer volantes en la ciudad, anunciando el acto y pidiendo la solidaridad de todos los sectores populares. La manifestación partiría del Casco de Sto. Tomás a las 17 horas para llegar al Monumento de la Revolución.

10 DE JUNIO

Eran las 16:30 cuando centenares de jóvenes empezamos a llegar al lugar de la cita, la mayoría veníamos a pie pues habían ya cerrado (cercado) el área al tránsito de cualquier vehículo que no fuera oficial (policía, S.S., halcones). Todos llegábamos en grupo entusiastas ¡al fin recuperábamos la calle!.

Minutos después fueron llegando más compañeros con noticias poco felices: acababan de ver grupos de “halcones” en la Alameda Central y en Sta. María, además de varias patrullas y camiones de granaderos; poco a poco las noticias se hacían más alarmantes. Por los cuatro costados se encontraban numerosos policías. Se empezó a discutir ahí mismo la conveniencia de suspender la marcha ante la evidente provocación. Todos empezamos a sentir la sensación de que las cosas no marchaban tan bien como lo habíamos esperado; sin embargo por los magnavoces portátiles, los organizadores explicaban que todo era una provocación que no hiciéramos caso, que la manifestación era pacífica. Los gritos con consignas confusionistas y la ignorancia de muchos respecto a lo que podría ocurrir, nos hacían pensar ingenuamente en la imposibilidad de que el gobierno repitiera los crímenes de 68; después de todo eran derechos constitucionales irrenunciables la libertad de expresión y de reunión.

A las 17 hrs. se empezaron a formar las contingentes de escuelas, facultades, organizaciones obreras, etc. Era la primera vez que mi hermana y yo asistíamos a una manifestación y no teníamos un grupo especial al cual integrarnos. Nos unimos entonces al primer contingente después de la Facultad de Economía en donde encontramos algunos conocidos. Nos tomamos de los brazos formando cadenas como de 15 gentes, gritábamos las consignas, comentábamos y preguntábamos quienes eran los “halcones”, pues muchos no sabíamos de su existencia.
Nadie imaginaba lo que iba a ocurrir. Eran las 17:10 cuando se empezó a avanzar por Carpio para tomar la Avenida de los Maestros. Se habían dado ya instrucciones de no responder a las provocaciones, incluso se hablaba de jóvenes que tenían una cinta en el brazo izquierdo, eran agentes y había que denunciarlos. Teníamos confianza en que la organización y disciplina permitirían seguir sin ningún contratiempo; al dar la vuelta por la avenida, vimos al fondo de Carpio una columna de granaderos que cerraban la calle por ese lado.

La primera parada fue en Díaz Mirón, en donde se notificó a los que encabezaban la marcha, que ésta no estaba permitida, que no siguiéramos. A los que no alcanzamos a oír esto, se nos informó que la marcha seguiría, se vocearon aún más fuertes las consignas y se empezó a entonar el Himno Nacional. Seguimos la caminata y conforme avanzábamos las bocacalles que salen a Av. De los Maestros, la escena de Carpio se repetía. Mi hermana y yo habíamos quedado del lado contrario a la normal, de tal forma que veíamos perfectamente lo que ocurría. A estas alturas el temor empezó a adueñarse de nosotros, era evidente que algo ocurriría. Al pasar por Sor Juana, le dije que pasara lo que pasara no me soltara. Antes de llegar a Amado Nervo, la columna de adelante que ya había llegado hasta ahí fue rota por los primeros grupos de halcones. El movimiento nos hizo retroceder de nuevo hasta Sor Juana de una forma desordenada; pero alcanzamos a ver cómo la fila de granaderos se abría para dar paso al segundo grupo de atacantes que blandían grandes varas dirigiéndose a donde estábamos nosotros. Tomadas de la mano corrimos a una tienda, que alcanzó a cerrar la cortina antes de que entráramos; nos quedamos paradas junto a la pared buscando en dónde meternos: enfrente estaban los muros de la Normal, a la derecha la esquina de Sor Juana y Av. De los Maestros, en donde los halcones golpeaban brutalmente a los manifestantes. Era tanta la confusión que primero no alcanzamos a distinguir quién era quién, buscamos con la vista a nuestros compañeros, hubo un momento en que el grupo paramilitar se replegó y corrimos a detener a un estudiantes que gritaba impotente. Mi hermana se adelantó y a mí me detuvo un compañero que a empellones me metió a una vecindad, pero al darme cuenta de que estaba sola volví a salir y me volvieron a detener. Le expliqué al “chavo” que tenía que ir por mi hermana, me acompaño y la encontramos; pero ella estaba tan enojada que se resistía a venir, tuvimos casi que arrastrarla. Una vez adentro de la vecindad empezamos a organizarnos; tres de nosotros iríamos a ver cómo estaban las cosas afuera, casi no se oía nada, parecía que todo había acabado. Ya dispuestos a salir, oímos el primer disparo. Unos no podían creer que fueran tiros de arma de fuego y decían que eran “palomas”, sólo para asustarnos; sin movernos esperamos algunos segundos y se volvieron a oír los tiros ahora acompañados de gritos. Nos atrevimos a abrir la puerta y vimos como afuera había una lucha dispareja entre muchachitos de preparatoria y los prepotentes halcones; pero ni una arma de fuego; pese a las persistentes ráfagas. De pronto un jovencito que corría trabajosamente venía hacia la vecindad, y tenía el pantalón lleno de sangre. Lo habían herido. Cayó unos metros antes de llegar. Corrimos a levantarlo y lo metimos, en el momento en que un grupo de halcones al darse cuenta corrían hacia nosotros. Cerramos apresuradamente y llevamos al muchacho al último cuarto-vivienda, en donde nos metimos como 8 gentes. La señora que ahí vivía trataba de calmarnos y nos ofrecía café. El lugar era tan reducido y sin ventilación que pronto empezó a cargarse el ambiente. La dueña nos decía que no nos preocupáramos, que ahí no iban a entrar, pues en 1968 nunca lo habían hecho. Seguimos oyendo tiros, a veces espaciadamente y de pronto se intensificaban. Alguien dijo que si traíamos credencial de estudiantes había que deshacerse de ellas, pues eran a éstos a los que más les daban en el caso de que nos agarraran. Yo me negué a hacerlo y propuse que se las dejáramos a la señora o nos las lleváramos, pues en el caso de que nos pasara algo, incluso si nos mataban, por lo menos sabrían quiénes éramos y la señora podría avisar; ella nos decía que sí, pero que por lo pronto tratáramos de calmarnos y nos quedáramos ahí el tiempo necesario, mientras pasaba todo. La impotencia que sentíamos, nos impulsaba a querer salir; pero la cordura nos detenía. Después de una media hora o tres cuartos de hora, dejan de oírse los tiros por un tiempo bastante largo. Entonces decidimos salir de dos en dos y atravesar hasta la Normal, con la esperanza de encontrar ahí más compañeros; la señora nos pedía que esperáramos un poco, pero nuestra angustia era tal que salimos con el compañero herido, que nunca se quejó (nunca lo volví a ver). Primero salieron dos con él, después mi hermana y otro muchacho y seguíamos yo y otra muchacha; los otros ya habían entrado a la Normal, y era nuestro turno. Íbamos a la mitad cuando se empezaron a oír de nuevo los tiros. Yo me detuve y mi compañera siguió corriendo, alcanzando a entrar. Cuando empecé a correr, apareció un coche pequeño junto a mí y un señor que me invitó a subir, sin pensarlo, lo hice. Me preguntó que a dónde iba y le dije que enfrente; luego me preguntó qué hacía ahí, y me dí cuenta de que los únicos que podían andar circulando libremente por la calle, no eran precisamente hombres de buena voluntad. Le inventé que había ido a la modista para hacerme un vestido y que no entendía qué estaba pasando. Tuvo que meterse a la Normal, pues San Cosme era campo de batalla. Bajé y me reuní con los demás, que estaban muy asustados porque yo no llegaba y además porque en ese momento entraba una ambulancia seguida por un grupo de halcones que evidentemente pretendían pararla. Tuvimos que quedarnos en el patio. Algunos delos que habían estado todo el tiempo adentro, nos pidieron que nos identificáramos, lo hicimos y les preguntamos qué estaba pasando. Nos explicaron que habían cerrado todas las salidas y que una vez que habían desintegrado la marcha con “bastones eléctricos”, las gentes corrieron a refugiarse donde pudieron; entonces empezaron los disparos y las persecuciones. A algunos los alcanzaron en las entradas del Metro, que habían sido cerradas; ellos habían visto cómo sacaban a los heridos de las ambulancias, como lo habían intentado con la que acababa de entrar. De pronto, por la puerta por donde habíamos llegado empezamos a oír los gritos que lanzaban unos 20 jóvenes con varas, y tuvimos que correr, hasta la salida que da a San Cosme. Afuera había más halcones, que agarraron a los primeros que salieron. Nosotros seguimos corriendo hasta el camellón, en donde nos detuvimos. La calle estaba prácticamente vacía. A la altura de Melchor Ocampo había varias patrullas que cerraban el paso; atrás, en la Normal, los halcones se adueñaban de las instalaciones, frente a nosotros, todos los locales estaban cerrados. De pronto, vimos un auto que venía en dirección Poniente-Oriente y le hicimos la seña de que se parara. Unos cuantos metros adelante se detuvo y se echó en reversa. El chofer dijo que subiéramos. Éramos cuatro: mi hermana, yo, un muchacho y una chica. Nos subimos y arrancó. Un poco antes de llegar a la barrera sentimos un fuerte golpe en el coche; le habían lanzado algo; pero no se detuvo, sólo hizo una seña y gritó una mala palabra. Al llegar al cordón, hizo de nuevo la seña y mostró algo, lo dejaron pasar sin ningún contratiempo. Nos dimos cuenta de que era agente. Nos preguntó que hacíamos y le contestamos que nunca pensamos que las cosas se irían a poner así. Preguntó a donde queríamos que nos llevara y le dijimos que al Monumento a la Madre (fue lo primero que se nos ocurrió, pues estábamos casi enfrente del lugar). Sin más se paró y bajamos en el monumento. La normalidad y tranquilidad de la calle nos hirió profundamente. Nadie sabía lo que estaba ocurriendo un poco más atrás. Mi pantalón beige estaba manchado de sangre del herido que nunca más volví a ver.

Al día siguiente, las averiguaciones, las renuncias, protestas, desplegados, etc.. Igual que en 1968, no se aclaró lo ocurrido, ni se señaló a los culpables, ahora la mayoría de ellos son altos funcionarios y la gente ha olvidado. El extravío del “Expediente 10 de junio” fue anunciado la última semana de mayo por la Sría de gobernación y la manifestación para conmemorar la fecha apenas fue mencionada.

El punto es recordar que lo importante no es tomar la calle, sino luchar por la toma del poder.




Compañero Ángel…. ¡presente!…

Hemos recibido la triste noticia de que nuestro compañero Ángel de Jovel, hoy San Cristóbal de las Casas, ha muerto.

Chiapaneco de cuna humilde, logró, por medio de una beca, cursar los estudios de economía en la Ciudad de México. Regresó a Chiapas y fue fundador de Radio Comunidad Indígena, puso énfasis en terminar con el racismo imperante y apoyar a las comunidades indígenas. Fue despedido, pero él no cesó en esa lucha y asesoraba a los pueblos en sus justas demandas en la recuperación de sus tierras, por lo que fue acusado de instigador y encarcelado injustamente.

El alzamiento zapatista de 1994 lo sorprendió en la cárcel. Fue liberado por compañeros insurgentes pero él no huyó. Sabedor de su inocencia, terminó el juicio en su contra y desde entonces, dedicó cada día de su existencia a apoyar las causas de los pueblos en contra del racismo, el despojo y el mejoramiento de su economía autónoma.

Los compañeros de la Casa de todas y todos lo recordamos siempre con fraterno respeto y seguiremos su ejemplo. Nos sumamos al duelo de su familia, los acompañamos en su dolor y decimos con el orgullo de haberlo conocido…

Compañero Ángel…. ¡presente!…

¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!




Hoy es 14 de febrero

Hoy es 14 de febrero, y es digno dedicar unas palabras a nuestros compañeros quienes, en 1974, entregaron su vida por la libertad de nuestra patria en la Casa grande de Nepantla. Muchos de quienes leemos estas líneas, no habíamos nacido aún. Sabemos hoy sus nombres y sabemos también de sus pasos, hemos leído las palabras por las que se sintieron convocados a organizarse en la riesgosa tarea de llevar adelante un proceso revolucionario.

Hemos entendido algunas de las razones de ese tiempo: el fervor del ejemplo revolucionario a la vuelta de la isla, la movilización juvenil en las calles, los cantos de un naciente mundo que fue ahogado en mazmorras, acribillado a mansalva, arrojado anónimamente al océano, incinerado su verdor en las selvas y montañas. Fue por medio de la guerra imperialista, guerra sucia, impuesta a los pueblos del mundo, que el enemigo intentó cegar la visibilidad de un mundo más justo, libre y democrático. Y cuando decimos enemigo, hablamos del capitalismo, ese sistema que sigue hoy ocultando de la vista común la posibilidad real de un mundo distinto y mejor.

Pero ese mundo está presente. Permanece, fundamentalmente, por que –como dijo Salvador Allende- “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”; esto es, por que su base objetiva es el pueblo trabajador que aspira en lo general a un mejor mañana, donde -por decir poco- los derechos fundamentales se cumplan para todas y todos. En el hecho concreto de que el trabajo humano sea el único esfuerzo con la capacidad de generar valor, en esa verdad objetiva, cobra realidad de forma irreductible el perenne impulso del pueblo trabajador por mejorar su entorno.

Esa frase de Allende, registrada en el fragor de su último combate y poseedora de una resonancia única en el concierto de la historia, tiene otro polo además de los pueblos que la hacen. Esa frase habla también de un “nosotros”.

La lectura predominante de la historia nos pinta el decurso del siglo XX como un enfrentamiento entre bloques contrapuestos, perfectamente definidos; desde esa lectura, la frase “la historia es nuestra” puede ser enunciada por cualquiera de los bloques y lo único que cambia es el bando y sus colores. Esa lectura monolítica de la historia pasa por alto a los pueblos, los sustituye con personajes, siglas y banderas. Esa lectura sólo favorece al enemigo, pues le permite retratarse como el definitivo vencedor; ha permitido, además, la desarticulación de buena parte de las herramientas teóricas y organizativas mediante las cuales los pueblos lograron avanzar hacia su emancipación.

En el contexto intelectual que ha aflorado de esa lectura, los pueblos son factores económicos o súbditos de un conjunto de creencias; pero día a día, desde ese entramado se conjura la posibilidad de que sean nuevamente agentes históricos. Al pueblo le es permitido revolucionar, a través de su trabajo, a la industria, a las telecomunicaciones, al transporte y a todo el aparato productivo; a transformar el modo en que se mira a sí mismo ante un espejo, el cómo se nombra; a revolucionarlo todo, absolutamente todo, menos a las condiciones que lo mantienen oprimido.

Hablar de revolución se torna herético; como si al nombrar esa palabra fuesen convocados los dolores de toda guerra, los errores de todo régimen, los absurdos de todo abuso; como si conflagrar un proceso revolucionario implicara aspirar a cometer los mismos errores que se dieron en el pasado. Además, se omite con frecuencia de la reflexión el hecho de que gran parte de las riquezas sociales que hoy se defienden, así como prácticamente todos los derechos que –medianamente- arropan a nuestros pueblos, son producto de procesos de revolución social. Resulta complicado venerar y defender la flor negando la raíz.

La libertad individual y la igualdad jurídica ante la ley son producto de una revolución social; la independencia mexicana como nación –tan acotada en los hechos- es producto de una revolución social; los remanentes de la Constitución que no se han visto afectados por el avance neoliberal, en caso de que los haya, fueron producto de una revolución social. La libertad es un imposible para quien vive presa de su propio miedo; y también lo es defenderse. Y el enemigo, lo sabe, lo calcula, lo administra; ha hecho ciencia de ello.

Nuestra confianza está en el pueblo, en su probada capacidad de ser agente de su propio destino. No podemos permitir que el miedo impere entre nosotros, mientras se suman día con día penas y agravios. Mientras la herencia de esos procesos de revolución social es desmantelada, despojada de su carácter popular, y tornada en propiedad privada, no sólo en nuestro país, sino en franca guerra ante los pueblos enteros del mundo. En agravio de la vida misma.

Co. Salvador, Co. Manuel, Co. Maria Luisa, Co. Sol, Co. Gabriel,

¡Presentes!

¿Qué significado tiene la palabra “nuestro” entre quienes ponen su vida para que todo sea común?

¡Vivir por la patria o morir por la libertad!

Grupo editorial de la Casa de Todas y Todos

*La fotografía que acompaña este artículo es corresponsalía de Chubakai.




Religión y lucha por la liberación nacional y el socialismo

 (“Tesis política” de las FLN de principios de los años 80’s)

Una aclaración necesaria:

“Quien no conoce la historia de su patria, es un extranjero en su propia Patria”; el apotegma iniciaba el libro de texto de historia Patria en las escuelas de México en la segunda mitad del Siglo XX. Éramos el fruto de la larga lucha revolucionaria de México. Teníamos historia, himno y bandera. Poco a poco, se fueron excluyendo los cursos de historia de la educación básica. Pero nosotros no olvidamos. Las “Tesis Políticas” escritas por las FLN a principio de los años 80’s del siglo pasado nos muestran que el deber de estudiar y llevar salud física y mental a nuestro pueblo ha sido una constante en sus esfuerzos emancipatorios. La creación de escuelas y hospitales no son preocupación exclusiva del ahora: ante la carencia evidente de las mismas, el que lo hiciera una organización ‘política y militar’ en forma clandestina, sin usar las armas aún siendo perseguida, forma parte de ésta historia Patria.

Hoy presentamos la “Tesis política sobre la Religión”, escrita por las FLN para uso público, no clandestino. En ella no se habla de las FLN, pero sí de la necesidad de avanzar en las relaciones entre militantes revolucionarios y religiosos honestos. Con la próxima visita del Papa Francisco a México, consideramos pertinente expresar nuestro punto de vista histórico sobre las religiones. Además, consideramos importante seguir participando en la construcción de la “ciencia de la historia”, a partir de documentos fidedignos que han sido crisol en la concreción de los esfuerzos y luchas de nuestro pueblo por su liberación; de poco sirve hoy, para este propósito y a nuestros ojos, rebobinar la mitología, mistificar procesos o hacer de la historia, cuento.

Son estas tesis políticas serias, escritas con el debido respeto a quien las lee, las que hicieron que la “Cra. Bárbara” decidiera participar activamente en la lucha por la liberación de su pueblo y de su Fe. La Compañera Bárbara era oriunda de Santa Bárbara, Chihuahua, miembra de una congregación religiosa francesa adscrita a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, y militante comprometida de las Fuerzas de Liberación Nacional desde principios de los años ochentas, y después de ella muchas otras y otros siguieron su ejemplo. Sean ustedes testigas de la historia y, como hizo ella, elija ahora o “calle para siempre”.


 

RELIGION Y LUCHA
POR LA LIBERACION
NACIONAL Y EL
SOCIALISMO.

La unidad de esta lucha verdaderamente revolucionaria de la clase oprimida por la creación de un paraíso en la tierra es más importante para nosotros que la unidad de opinión del proletariado acerca del paraíso celestial”.

V.I. Lenin, 3 de diciembre de 1905.

“Por lo tanto no nos vamos a dejar dividir, como tantas veces lo hemos planteado, en estos problemas angustiosos de Colombia; qué nos va y qué nos viene estar discutiendo entre católicos y comunistas si Dios existe o si Dios no existe, si todos estamos convencidos de que la miseria sí existe ¿Por qué estamos encerrados por ahí en los cafetines, discutiendo si el alma es mortal o si el alma es inmortal, cuando sabemos que la miseria si es mortal?”

Camilo Torres, 6 de agosto de 1965.

Introducción

Nuestro pueblo es profundamente religioso; su fe trasciende las manifestaciones visibles del culto externo: No sólo es religioso porque asista a las celebraciones, sino porque casi todos los actos de la vida cotidiana están matizados por esa fe. Será con ella y frecuentemente a través de ella, que el pueblo se irá incorporando al proceso revolucionario. Con ello se liberará de las cadenas de explotación y opresión con que nos ata el imperialismo, a la vez que vaya revolucionando también la propia fe.

La religión no juega ni jugará un papel unívoco en nuestra guerra revolucionaria. Entre los eslabones de la cadena que tiene atado a nuestro pueblo están los del conformismo, la pasividad, el individualismo y el divisionismo, fomentados por las instituciones religiosas abierta o solapadamente aliadas al imperialismo, o incluso directamente patrocinadas por él.

En la medida en que aumenten las contradicciones económicas se intensificarán los esfuerzos mediatizadores de esas iglesias reaccionarias, que se harán aún más reaccionarias y anticomunistas. En esa misma medida aumentará la necesidad de los creyentes y religiosos honestos, de liberarse de la opresión imperialista, liberando con ello su fe, la que está siendo manipulada por la burguesía para mantener sus privilegios. Conforme se vaya profundizando la crisis del imperialismo, los religiosos y creyentes honestos serán perseguidos, torturados y asesinados, por lo que verán cada día más claramente que la revolución es su única alternativa de liberación religiosa.

La religión es, pues, un elemento importante –diríamos incluso que a veces fundamental- en la lucha de clases, ya no sólo como instrumento de dominación sino de liberación, entendida ésta no como hecho individual, sino nacional y de clase.

Por ello se hace necesario analizar a la religión como parte de la lucha de clases, para delimitar al enemigo y para dotar a los revolucionarios –religiosos o no- con armas para la lucha ideológica. Como veremos, la discusión no pasa por el cuestionamiento de la existencia de Dios, sino por la necesidad de establecer si existen o no contradicciones de fondo entre la fe y la militancia revolucionaria, porque de no existir, se hace imperiosa la tarea de lograr una unidad estratégica de las fuerzas –religiosas o no- comprometidas con la lucha por la toma del poder por el pueblo.

Ese escrito pretende mostrar a los revolucionarios cristianos que la lucha por la liberación nacional y el socialismo no está contra la religión; pretende también mostrar a los revolucionarios no creyentes que los cristianos tienen motivaciones no sólo de clase, sino precisamente religiosas para hacer la revolución.

Nuestro análisis parte del papel que ha desempeñado la religión en la lucha de clases en México a través de la historia, plantea los avances del pensamiento cristiano derivados de la revolución latinoamericana, reseña algunos puntos relevantes de la discusión entre marxistas y cristianos, y señala la vinculación de los religiosos y creyentes avanzados con la lucha armada por la liberación nacional y el socialismo como una cuestión práctica e inmediata.

1.Esbozo histórico

Las religiones prehispánicas fueron prácticamente arrasadas por la conquista y sus remanentes carecen actualmente de relevancia. Tampoco tienen importancia desde la perspectiva histórica que nos ocupa, aquellas religiones no cristianas que llegaron al país con pequeños núcleos de inmigrantes. Por ello nos referiremos solamente a las religiones cristianas, entre las que obviamente destaca el catolicismo.

Si afirmamos que las iglesias cristianas se han aliado y han formado parte de las clases dominantes a través de la historia, no somos novedosos. Tampoco tenemos la intención de satanizarlas como enemigas del pueblo, sino más bien la de establecer el punto de partida de la evolución que han seguido los cristianos para llegar –necesariamente- a la opción revolucionaria.

Para un observador crítico tampoco es un asunto nuevo el que la iglesia católica se debate en graves contradicciones internas que, a no dudar, la llevarán a un nuevo cisma. Y entre los cristianos no católicos brotan sectas nuevas casi como si fueran hongos. Esto sucede porque ni el pensamiento ni las instituciones religiosas son inmutables; son atravesados por las luchas sociales, las que acaban por modificar profundamente a las iglesias, haciendo que se separen los sectores en pugna o que se concilien dentro de un nuevo orden. Este fenómeno nada tiene de nuevo; por el contrario, es inherente a la propia iglesia desde que esta existe, como veremos enseguida.

Los conquistadores españoles trajeron a México el cristianismo recién escindido de la contrarreforma, creador de la inquisición que en España perseguía implacablemente a moros, judíos y herejes; ese cristianismo sustentado por una iglesia rica y con poderes casi absolutos, que se debatía entre la santidad y la corrupción.

Desde luego que el móvil principal de los conquistadores españoles no fue el de imponer su religión sino el lucro, de tal manera que la iglesia se constituyó de inmediato en un mecanismo de enriquecimiento. Este se logró como siempre se logra, a través de la violencia: La economía mercantil se implantó empezando por la conquista, siguiendo con el despojo y acabando con la explotación. A esta violencia se ligó la imposición religiosa del vencedor, al grado de que los primeros franciscanos ya decían que donde no hay plata, no entra la religión.

El clero contribuyó a la economía colonial concentrando a la población indígena, amaestrándola y organizándola en unidades productivas. Ya antes de finalizar el siglo XVI, la iglesia adquirió grandes extensiones de tierra utilizando para ello, además de las habilidades mundanas de los clérigos, los métodos nada piadosos de la inquisición. Mas no todos los sectores de la iglesia se identificaron con la clase dominante.

La sed de riquezas de los conquistadores fue calmada con las encomiendas, que pronto se mostraron ineficaces para desarrollar la economía colonial, porque no habían suficientes trabajadores debido a la matanza de indígenas. Se buscó entonces racionalizar el reclutamiento y la distribución de la mano de obra a través de los repartimientos, que conllevaban la excesiva explotación y maltrato de los trabajadores. Estas prácticas de trabajo forzado coexistieron con el intento de generalizar el trabajo asalariado, necesario para el desarrollo de la economía mercantil.

En este contexto contradictorio del desarrollo del trabajo asalariado, la escasa oferta de brazos, el genocidio y la explotación excesiva, y la servidumbre que ataba a los trabajadores, lucharon los frailes avanzados como Las Casas, Quiroga o Zumárraga, para proteger a los indígenas de la voracidad española. En su lucha tuvieron que enfrentar a su propia iglesia, empeñada también en exprimir al pueblo.

La idea de colonizar pacíficamente las Indias con labradores y artesanos que vivieran con justicia del producto de su trabajo y fueran propietarios de la tierra, de que “gente española casara con gente india para formar una de las mejores repúblicas”, la idea –en fin- por la que fuera decapitado Tomás Moro, nunca pudo llevarse a cabo porque todavía no nacía la clase social que habrá de enterrar para siempre la lucha de clases; tampoco había nacido la ciencia de la historia.

La economía colonial se consolidó, quedando la iglesia como uno de sus puntales. Cuando más fuerte se veía comenzó a resquebrajarse por sus contradicciones económicas: La pugna entre la servidumbre y el trabajo libre, entre los gremios y los obrajes, entre la encomienda y la hacienda, entre el campo y las ciudades, entre metrópoli y colonia, entre las clases privilegiadas y las masas desposeídas, entre los valores arcaicos y una economía mercantil en crecimiento, se fueron acentuando y haciendo más agudas.

La concentración de riquezas lograda por la iglesia colonial –mediante la explotación del trabajo, la usura y el despojo a través de la inquisición- llegó a amenazar a la corona española, por lo que esta tomó la tardía medida de expulsar a los jesuitas durante la segunda mitad del siglo XVIII. Esto no sirvió para remediar las contradicciones: A pesar de la confiscación de las tierras del clero (que se repetiría un siglo más tarde), este no perdió sus privilegios porque el agravamiento de las contradicciones económicas obligó a los agricultores y terratenientes a acudir a la iglesia en busca de créditos; así, al cabo de pocos años esta institución había vuelto a acumular una enorme riqueza derivada de los préstamos hipotecarios.

Frente a los españoles ricos estaban los criollos, que anhelaban su emancipación ya que –como agricultores o empleados modestos que eran- veían crecer sus deudas, mientras que crecían también las fortunas de los peninsulares. Entre tanto, el grueso del pueblo –indios, negros y castas- se debatían en la miseria y el desempleo. La resquebrajada estructura colonial no resistía el embate del capitalismo mundial.

Una vez más, como en los albores de la colonia, surgieron a principios del siglo XIX, del seno de la iglesia, los defensores de la causa popular. En esta ocasión habrían de guiar al pueblo por el camino de la revolución para conseguir nuestra primera independencia. El cura Hidalgo abolió el tributo, liberó a los esclavos y confiscó la riqueza de los españoles. Llevó a cabo, pues, un programa popular. Entretanto, el alto clero excomulgaba y restablecía la inquisición, argumentaba que la doctrina cristiana exigía la obediencia al rey y bendecía –un poco más tarde- al ridículo imperio de Iturbide.

José María Morelos fue más que un cura surgido del pueblo; fue también un militar genial, que supo apoyar sus ideas libertarias con el único recurso que podía hacerlas triunfar: las armas. Para reedificar –decía- es necesario destruir lo antiguo.

Junto a Hidalgo, Morelos y Matamoros lucharon otros cuatrocientos clérigos y frailes por la creación de una patria; estos próceres religiosos y tantos otros cristianos dieron sus vidas por aquella primera independencia. Acabaron con la colonia, pero las condiciones históricas aún no estaban dadas para la liberación definitiva.

De la guerra de independencia emergió el clero como una fuerza política de primer orden; sin embargo, en su seno existían intereses encontrados: Una cúspide de criollos ricos y una base de mestizos e indígenas pobres. La iglesia católica vivía de las rentas, se enriquecía por medio del diezmo y los préstamos hipotecarios y concentraba otra vez grandes extensiones de tierra con producción latifundista.

López de Santa Anna concedió hacia mediados del siglo XIX grandes privilegios a la iglesia, los que esta no estaba dispuesta a perder, así que ayudó a los norteamericanos en la guerra que costó a México la mitad del territorio nacional; se cuidó muy bien de no poner sus riquezas a la disposición de quienes defendían la Patria, por temer a que el pueblo armado se volviera contra los ricos. Cabe resaltar que hubo muchos curas, frailes y monjas patrióticos, que enfrentaron dignamente calle por calle, a los invasores, después de que el ejército de Santa Anna hubo huido cobardemente.

La guerra de 1847 y las innumerables guerritas entre criollos, entre criollos y latifundistas, entre criollos y mestizos, habían dejado sin recursos al país, de modo que el gobierno emitió la llamada ley Lerdo, mediante la cual se desamortizaban los bienes de la iglesia que nunca, por cierto, llegaron a manos del pueblo; por el contrario, la mencionada ley era profundamente antipopular e injusta, pues expropiaba también las tierras comunales de los indígenas. Está claro que la iglesia se opuso a la expropiación, así como a la tibia constitución de 1857, mediante todos los recursos de que disponía, incluso el de negar los servicios religiosos a la población (tal y como lo hiciera 70 años después para iniciar la guerra de los cristeros).

Aun cuando fuera despojada de gran parte de sus cuantiosos bienes, la iglesia siguió teniendo el suficiente poder como para tratar de volver por sus fueros a contracorriente de la historia. Así, apoyó a los reaccionarios en la guerra contra Juárez, quien acabó por restarle poder político; se alió a la intervención francesa y tuvo fricciones con el imperialismo de Maximiliano porque los franceses pretendían desarrollar al capitalismo más allá de los intereses del alto clero. El porfiriato siguió respecto a la iglesia la política de Juárez, pero ni así se alió la institución al pueblo. Combatió a Madero por espiritista y apoyó la guerra contra el pueblo encarnado en las fuerzas de Zapata y Villa.

Para 1922, el clero trató de dirigir el movimiento obrero creando la confederación Nacional Católica del Trabajo, habiendo declarado el arzobispo estar en desacuerdo con los principios del socialismo y recomendado a los obreros cristiana obediencia a Dios; su alocución terminaba así: “Pobres, amad vuestra condición humilde y vuestro trabajo; poned vuestras miradas en el cielo; allí está la verdadera riqueza. Una sola cosa pido: a los Ricos, amor. A los pobres, resignación”.

Pero la iglesia de los años 20 no pudo apropiarse del movimiento obrero controlado por Luis N. Morones. Así que volvió sus ojos codiciosos de poder al campo, donde habían campesinos pobres e inconformes con la persecución religiosa de los gobiernos de Carranza y Obregón y con sus miserables condiciones de existencia, a las que la reforma agraria no había llegado a poner remedio.

La iglesia de los años 20 cerró filas en su pugna por el poder contra el gobierno encabezado por Calles. Dejó de prestar servicios religiosos y orilló a los campesinos a la rebelión armada en 1926. Para el año siguiente la iglesia ya había entrado en componendas tanto con el gobierno mexicano como con el norteamericano (interesado en la estabilización del país para poder extraer mejor sus riquezas), así que dio una vez más la espalda al pueblo –esta vez armado por ella- para rescatar su cuota de poder al lado de los opresores.

Derrotado el movimiento cristero, la iglesia, esa iglesia defensora de sus privilegios de la que estamos hablando, optó por no seguir enfrentando a otras fracciones de la clase dominante. No tanto porque hubiera renunciado a la recuperación de sus privilegios perdidos, sino porque durante aquellas décadas de los años veinte y treinta hubo un flujo revolucionario en el mundo que le mostró a su verdadero enemigo: los pobres, el pueblo trabajador del campo y de la ciudad.

La iglesia de los años 40 cerró filas con el resto de las estructuras del Estado mexicano, que tenía una ideología liberal burguesa y se mostraba anticlerical por encima, pero apoyaba al clero conservador por debajo de la mesa. De este modo puede seguir usando los templos que fueron declarados propiedad de la Nación desde la promulgación de las leyes de Reforma, también puede construir nuevos templos aunque queden nominalmente como propiedades del Estado; puede fundar y mantener escuelas y universidades pasando por encima de la Constitución; puede crear asociaciones de “beneficencia” y desarrollo comunitario, agrupaciones de jóvenes, hospitales y asilos; puede mantener y fomentar organizaciones de laicos que participen activamente en la orientación política del país e incluso puede tener cierto peso económico. Puede hasta obedecer al Vaticano, potencia extranjera con la que México no tiene relaciones diplomáticas. A cambio de todos estos privilegios, la iglesia debe de abstenerse de “participar en política”, esto es, de hacer declaraciones públicas que no favorezcan al régimen en turno; sus miembros no pueden participar en las elecciones, aunque patrocina grupos y partidos políticos como Acción Nacional o la Unión Nacional Sinarquista, ahora Partido Demócrata Mexicano.

2

Conforme fue avanzando la crisis del imperialismo, se desmoronó el modelo desarrollista hasta hace pocos años activamente promovido por la iglesia. La ideología de la “unidad nacional” cambió porque ya no quedaba lugar para la demagogia populista. La crisis económica “pone en juego el destino de la nación” dice la burguesía, haciendo recaer todo su peso sobre los hombros del pueblo trabajador; la unidad nacional se convierte en seguridad nacional: Se declara la guerra a las “ideas exóticas”, a las tentaciones liberadoras surgidas del tan cercano ejemplo de Centroamérica.

En este contexto, la iglesia católica se despliega nuevamente, tal y como lo hiciera hace 130 años, pues la burguesía debe hacer uso ahora de todos sus recursos para mediatizar las luchas populares. Viene la más alta autoridad vaticana pasando por encima de todos los preceptos constitucionales, a predicar conformismo y anticomunismo, a hablar de una “justicia” donde deben coexistir explotadores y explotados y a tratar de restablecer la política de desmovilización obrera que ya había promovido sin éxito 58 años antes.

La visita papal de 1979 no sólo mostró la posición reaccionaria del clero tradicional, sino el profundo arraigo cristiano de nuestro pueblo, el que se volcó espontáneamente a las calles, sorprendiendo incluso a la oligarquía que orquestara una campaña publicitaria sin precedentes para preparar la visita.

Hoy día, las más altas autoridades eclesiásticas del país se pronuncian casi a diario a favor del gobierno, llamando al pueblo a mantener la calma ante la creciente miseria producto de la crisis, condenan por todos los medios a su disposición el compromiso que han adquirido los religiosos y creyentes más avanzados con las luchas populares, y favorecen abiertamente la escalada represiva del Estado, apoyando iniciativas como la de instaurar la pena de muerte.

Con esto, la iglesia llega al final del camino junto a los opresores bajo cuya sombra se cobija. En esta revolución que comienza ya no podrán ganar los opresores porque nunca más habrá opresores ni oprimidos: la iglesia ya no se podrá alinear con los privilegiados porque al triunfo de esta revolución se habrán acabado los privilegios. La iglesia tradicional se resiste a perder sus privilegios y actúa recrudeciendo su posición intentando frenar al pueblo; trata de aparecer como conciliadora, situada por encima de los problemas de este mundo, pero sólo logra alejar a la feligresía y dividir al clero.

En cuanto a las otras iglesias de denominación cristiana, irrumpieron tardíamente en nuestra historia, porque la reforma religiosa del siglo XVI nos llegó, como ya señalábamos, no con el protestantismo sino con las contrarreforma. Las iglesias protestantes vinieron por dos caminos diferentes a México: Junto a los inmigrantes europeos del siglo pasado una vez expulsados los españoles, y como parte del proyecto neo-colonial del imperialismo norteamericano.

3En el primer caso, las iglesias se limitaron al servicio religioso de los británicos o alemanes busca-fortunas recién inmigrados, casi sin haber realizado labor proselitismo. No así en el segundo caso, en el que se trata de fundaciones con enormes recursos financieros provenientes de la oligarquía norteamericana. Estas fundaciones realizan labores “filantrópicas” con el claro propósito de dividir y domesticar a nuestro pueblo.

A partir de la década de los años 30 el imperialismo norteamericano intensificó la penetración ideológica y militar en nuestro país a través de diversas sectas como los “Testigos de Jehova” o la “Iglesia Fundamentalista del Verbo de Dios”, y de agrupaciones supuestamente religiosas como el “Instituto Lingüístico de Verano” o los “Cuerpos de Paz”. Cabe resaltar que dicha penetración se lleva a cabo ante la mirada complaciente y aun con la colaboración del Estado. “Más vale una misión que cien ametralladoras” decía cierto ministro de la iglesia metodista, encargado de la Fundación Rockefeller.

2. La iglesia cede ante el empuje revolucionario

Por supuesto que el desarrollo hasta aquí descrito del cristianismo institucional no está circunscrito a México, sino que se da en todos los países en los que predominan las religiones cristianas. Para la década de los años 60, el Vaticano se encontró con que estaba cada vez más aislado de las masas católicas debido a su postura antipopular. En consecuencia, el Papa Juan XXIII siguió una política de acercamiento con los países socialistas y emitió un documento en el que admite que los comunistas realizan las acciones propuestas por la moral cristiana, aunque partan de una base teórica errónea (de acuerdo al papa). Por su parte, Paulo VI avanzó en la puesta al día de la iglesia, mediante la realización del II Concilio Vaticano y la emisión de su encíclica “Populorum Progresio”. Estas medidas hicieron posible que muchos religiosos y religiosas honestos utilizaran su ministerio en todo el mundo subdesarrollado para favorecer las luchas de liberación nacional y por el socialismo.

Hubo otros dos acontecimientos que sacudieron a la iglesia católica durante esa misma década: El más relevante fue la participación del cura Camilo Torres en el Ejército de Liberación Nacional de Colombia, y su fundamentación teológica de que la militancia guerrillera es la única alternativa cristiana del momento. El otro acontecimiento fue la reunión de obispos latinoamericanos en Medellín; en ella, la iglesia católica latinoamericana ratificó su compromiso con los pobres y justificó la guerra popular contra la opresión imperialista.

Desde entonces dejó de ser novedad la participación de religiosos en los movimientos armados en Nicaragua, Brasil, El Salvador, Colombia o Guatemala.

1En México, los cristianos progresistas buscan obtener su legitimidad dentro de la iglesia tradicional, a la vez que se involucran con organizaciones políticas real o supuestamente de oposición. A pesar del reflujo reaccionario inducido por el Vaticano, han tenido algunos logros como el de haber arrancado una declaración que reiteraba el compromiso de la iglesia con los pobres en la III Conferencia Episcopal Latinoamericana, realizada en Puebla, a pesar del espíritu ultramontano reinante. Por otro lado, los obispos de la Región Pacífico Sur y otros en diferentes lugares del país han manifestado la necesidad de que los católicos participen políticamente en defensa de los intereses populares. Obispos y sacerdotes honestos denuncian permanentemente el deterioro en la calidad de la vida de la población y logran una cierta politización de las masas.

Sacerdotes y religiosas, ministros, diáconos y laicos realizan, frecuentemente en conjuntos ecuménicos, trabajos de base con obreros, campesinos y colonos; este trabajo no es espiritual en el sentido que la tradición le ha querido dar: No es mera contemplación, sino la reflexión consecuente de una práctica que trate de desplegar la fuerza creativa del pueblo en obras de beneficio común. Los cristianos avanzados realizan una concientización notable a través de estos trabajos, la que muestra al pueblo a su enemigo, así como su propia capacidad de lucha.

Sin embargo, esta obra político-espiritual no ha cristalizado en un proyecto global, histórico, que guíe al pueblo hacia su liberación definitiva. Este hecho, más que señalar una limitación del cristianismo avanzado lo que muestra –a decir de los propios teólogos- es que la labor de la religión no es esa. Los cristianos adquieren el compromiso revolucionario porque forman parte del pueblo; su fe los fortalece en la lucha, pero la estrategia y la táctica de esa lucha no puede originarse en el Evangelio.

Es por ello que los cristianos buscan honestamente el acercamiento con diversas corrientes progresistas y con el marxismo, a la vez que se van incorporando a la militancia en partidos y organizaciones políticas. Esto ha provocado, dicho sea de paso, que los oportunistas traten de utilizar el trabajo cristiano de base; afortunadamente han topado, en la mayoría de los casos, con la cautela largamente practicada por las comunidades religiosas.

3. Discusión entre cristianos y marxistas

Lo que se ha dado en llamar diálogo entre marxistas y cristianos no ha sido fácil. Se ha visto obstaculizado en la práctica por el oportunismo de “izquierda” y por una desconfianza, por lo demás explicable, de parte de los religiosos y creyentes. Pero debe resaltarse que son precisamente estos quienes más activamente han buscado ese diálogo.

Son dos las actitudes supuestamente marxistas las que obstaculizan la participación revolucionaria de los cristianos: La primera es el sectarismo provocado por una lectura rígida del marxismo-leninismo: Si los libros dicen que “la religión es el opio del pueblo”, es así, por más que los religiosos y creyentes hayan demostrado –incluso con el generoso sacrificio de sus vidas- su capacidad revolucionaria en nuestra América Latina. Ya hemos señalado que los primeros interesados en que la religión deje de ser manipulada por la burguesía son los propios cristianos revolucionarios.

El segundo obstáculo, quizá más grave que el anterior, consiste en que los revolucionarios materialistas frecuentemente consideran de manera mecánica a la fe como algo transitorio, como una especie de enfermedad infantil que desaparecerá al triunfo de la revolución. En consecuencia los compañeros cristianos son considerados como militantes a los que les falta algo, que tienen limitaciones –superables- producidas por su fe. La terca realidad se ha encargado de mostrar que esto no es así, sino muy al contrario, que los creyentes tienen en su fe al elemento más profundamente motivador de su militancia revolucionaria y que, además, la militancia revolucionaria acrecenta su fe.

La fe ha mostrado ser un elemento dinámico y creativo que además de reconstruirse a través de la militancia revolucionaria, es capaz de realizar aportes valiosos tanto para la destrucción de la vieja sociedad como para la construcción de otra donde impere la justicia, el amor, la solidaridad y la esperanza en el futuro.

Todo esto plantea nuevos problemas a la crítica marxista de la religión, la cual de ninguna manera debe pasar por la negación del derecho que se han ganado los cristianos a hacer la revolución, derecho más legítimo que el de aquellos que en el nombre del marxismo permanecen cómodamente sentados tras sus escritorios. La unidad entre cristianos y marxistas se ha dado en las cárceles fascistas y se está dando en las trincheras de las guerras de liberación nacional y por el socialismo. Esto es lo que debe recoger la teoría, la que tendrá siempre presente que la unidad cristiano-marxista parte de la práctica revolucionaria.

Los marxistas no ocultamos a los cristianos que somos materialistas, es decir, que sabemos que las condiciones de existencia determinan a la conciencia. Esto significa que concebimos a la religión como un producto humano, determinado por las condiciones materiales en que se desarrolla la sociedad. Tampoco ocultamos que al triunfo de la revolución el pueblo vencedor creará un Estado que garantice la más completa libertad religiosa, la cual conlleva la libertad de no profesar ninguna religión; este Estado será obviamente laico. También es cierto que estamos contra las iglesias que se desempeñan como enemigas del pueblo. Todos estos elementos, ya viejos y sabidos ¿obstaculizan de alguna manera la alianza estratégica entre cristianos y marxistas? La respuesta es NO. No por dos razones: En primer término porque es más lo que nos une que lo que nos separa; tal es el caso de nuestra búsqueda común de la justicia y nuestro común compromiso con los pobres, es decir, con el pueblo trabajador de la ciudad y del campo. Y en segundo lugar porque la única posibilidad históricamente viable de destrucción de la vieja sociedad para liberar al cristianismo de sus trabas es precisamente el socialismo, al cual arribaremos si aplicamos correctamente la ciencia de la historia, que no es sino el marxismo-leninismo.

El esfuerzo que han realizado los cristianos por acercarse al marxismo ha sido considerable a pesar de los obstáculos arriba descritos, al grado que no pocos teólogos progresistas han leído la obra de Marx con mayor seriedad y profundidad que muchos autoproclamados marxistas. Estos cristianos han realizado una admirable autocrítica, originada en la crítica marxista de la religión, han comprendido la lucha de clases y se han involucrado en ella reinterpretando su compromiso a la luz del Evangelio.

No obstante, queda entre los cristianos revolucionarios una reserva, un obstáculo por superar desde el punto de vista teórico. Plantean que la teología política desacraliza la naturaleza y las instituciones, relativizando las nuevas instituciones creadas por la revolución triunfante. La liberación es concebida como un proceso (al que califican de dialéctico pero que es concebido mecánicamente) de desinstitucionalización, de modo que una vez liberada una formación social hay que comenzar a liberar a la siguiente. El argumento incluye al socialismo, pero se abstiene de analizar lo que sucederá en la sociedad sin clases.

Otra vertiente del mismo problema es la lectura deshistorificada de la obra de Marx, en la que existe la tendencia a tomar frases sueltas, a manera de versículos, otorgándole a cada una de ellas un valor independiente del contexto en que fueron expresadas. La obra de Marx se convierte así exactamente en lo opuesto a lo que quiso su autor: en un texto dogmático con “verdades” absolutas.

De este tipo de lectura se deriva, bajo la influencia del anticomunismo reinante, una crítica más o menos superficial de los “seguidores” de Marx, que no son sino los constructores de las vanguardias revolucionarias de los países que han logrado liberarse del imperialismo. Marx está bien, dirán de buena fe estos teólogos, pero Lenin se equivocó. Añaden a su argumento que actualmente no hay sociedades de verdad socialistas tal y como las imaginara Marx (como si las sociedades se construyeran con la idea) porque han caído en el “materialismo ateo”, en la “burocracia” y en el “capitalismo de Estado”.

La objeción al socialismo real conduce a la negación de los referentes históricos de la lucha por el socialismo, con la consiguiente negación del camino que ha de llevar a nuestro pueblo a la toma del poder (y que obviamente no puede ser el mismo que siguiera la Unión Soviética, Cuba o cualquier otro país socialista). Mediante este esquema se relativiza a tal grado al socialismo, que se oculta su origen en el capitalismo; se veía también el papel del imperialismo beligerante que actúa contra las sociedades socialistas recién constituidas estorbando su desarrollo.

La mencionada objeción al socialismo real conduce necesariamente a posiciones anticomunistas; la historia ha demostrado que quienes toman ese camino (en Polonia o Nicaragua por ejemplo) terminan militando en las filas contrarrevolucionarias. Esto no quiere decir que estemos contra la crítica; muy por el contario, sin la crítica no es posible la revolución misma. Solo que debe hacerse en términos concretos, históricos, y desde una perspectiva comprometida con la revolución. De nada sirve el uso de adjetivos como “totalitarismo” u otros por el estilo; dejemos que el enemigo sea quien haga ese tipo de crítica que solamente es propaganda ¿Cómo es posible que critiquemos al vaticano o a los voceros del gobierno norteamericano por sus posiciones y acciones reaccionarias y al mismo tiempo les demos crédito cuando nos endilgan historias sobre la persecución religiosa en la Unión Soviética o acerca del “heroísmo” del “sindicato” Solidaridad y sus dirigentes en Polonia?

Buena parte de la discusión entre marxistas y cristianos se dio en el marco de la euforia post-franquista en España y durante el breve gobierno de la Unidad Popular en chile. Parecía entonces que era posible la “vía democrática” al poder, que no haría falta la dictadura del proletariado, que se podría alcanzar la “sociedad plural”. Pero la lucha de clases no se resuelve con tanta facilidad. No nos engañemos: La revolución de nuestra sociedad, la mexicana, requiere de un proceso particularmente cruento y prolongado. La alianza estratégica entre revolucionarios cristianos y marxistas se inscribe necesariamente en el reconocimiento de que nuestro camino es la guerra popular prolongada.

Si mencionamos la guerra, evidentemente estamos hablando de muerte; ya no sólo de morir, sino de matar. ¿No nos han dicho desde que éramos niños, que lo cristiano no es matar, sino poner la otra mejilla? Este argumento ha sido superado con creces, tanto por los marxistas como por los nuevos lectores del Evangelio. Los opresores llaman violencia a las acciones que el pueblo toma contra ellos; su propia violencia la llaman justicia, a la vez que ocultan la violencia cotidiana inherente al sistema: A la tortura le llaman “confesión”, a la cárcel “reeducación” y al secuestro “desaparición”. Las fuerzas represivas no asesinan, sino que “cumplen con su deber”. La muerte lenta por hambre se llama “desnutrición” y la violencia en el trabajo sobreexplotado “accidente”. La violencia oculta del imperialismo es mucho más terrible que la evidente, porque nos deja indefensos y deja impunes a los genocidas.

Una vez reconocida la necesidad de la guerra justa, queda sólo por determinar el momento histórico en que se hace posible e imperioso para el pueblo pasar a la ofensiva. La crisis irreversible en la que se ha precipitado el imperialismo, con toda su secuela de miseria y represión, señala que se ha llegado ese momento, que ni cristianos ni marxistas tenemos derecho a posponer.

4. La alianza como cuestión práctica

Cuando una organización revolucionaria convoca sin aventurerismo, sin la manipulación de quienes buscan votos u otros beneficios oportunistas, mostrando un trabajo constante y tenaz, a luchar por un proyecto histórico en que tenga necesaria cabida todo el pueblo para hacer la guerra contra el enemigo común que es el imperialismo, los religiosos y creyentes honestos se muestran dispuestos a integrar su esfuerzo a la revolución.

Esa organización debe mostrar un respeto irrestricto a las creencias religiosas del pueblo, por lo que no puede objetar el credo religioso de los que en ella militen. Deberá ser la lucha revolucionaria la que defina el carácter verdaderamente revolucionario de quienes en ella participen, y no la improductiva discusión entre materialistas e idealistas.

La búsqueda de unidad de todas las fuerzas revolucionarias del país definirá a la organización revolucionaria como laica, ya que proselitismo religioso dentro de sus filas rompería la unidad. A su vez, a ningún militante de la organización le sería dado opinar en el nombre de esta sobre la interpretación de las cuestiones religiosas que sólo competen a las distintas iglesias.

El marxismo-leninismo ha mostrado su validez en todas las revoluciones triunfantes de este siglo. Por ello todos los militantes, religiosos o no, de una organización revolucionaria como la que estamos planteando, tendrán la obligación de capacitarse teóricamente en el marxismo-leninismo. Además, no debe permitirse que el clero reaccionario se apropie de algunos elementos del marxismo-leninismo para dar explicaciones no científicas de la realidad, derivadas de la lectura fragmentaria de los clásicos, substituyendo la unidad de la teoría y la práctica revolucionarias por un simple discurso de apariencia revolucionaria.

El respeto a la religión debe asumir formas concretas: Permiso a los militantes para celebrar sus ritos, prohibición de que sean objeto de críticas o burlas, existencia de capellanes en la organización, y cabida de escritos y argumentos de los religiosos a favor de la revolución en las publicaciones abiertas o clandestinas.

La revolución ha de recibir el aporte cristiano al igual que todos los demás aportes del pueblo. Los trabajos que esperan a ser realizados son de una variedad enorme y tienen como única limitación las posibilidades creativas del pueblo, habida cuenta del grado de avance de la lucha. Para algunos de esos trabajos, los cristianos –particularmente los religiosos y religiosas- tienen el compromiso específico de lograr que los creyentes caminen por la senda revolucionaria. Para la realización de los más, se requiere la conciencia de la necesidad de la revolución y de que esta es posible.

El germen de esa conciencia ya existe entre los cristianos honestos de nuestro país.


Epílogo

Hasta aquí el documento histórico que hoy damos a conocer.

Independientemente de las manifestaciones de Fe de nuestro pueblo y de la reconocida rapacidad de los políticos mexicanos por aprovechar la visita del papa para lavar su imagen, seguimos pensando como nuestra “Tesis Política”, que sean bienvenidos todos los seres humanos de buena fe, dispuestos a

Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”